miércoles, 22 de agosto de 2012

EL CABALLERO DE LA BRILLANTE ARMADURA (*)

Un caballero de brillante armadura que viaja por la campiña. De repente escucha a una mujer llorar de angustia. En un instante cobra vigor. Apura su caballo y corre hasta el castillo de la dama, donde cae en la trampa de un dragón. El noble caballero saca su espada y mata al dragón. Como resultado de ello, es recibido afectuosamente por la princesa.

Cuando se abren las puertas es bien recibido y festejado por la familia de la princesa y la gente del pueblo. Es invitado a vivir en el pueblo y se lo reconoce como un héroe. Él y la princesa se enamoran.

Un mes después el noble caballero emprende otro viaje. A su regreso escucha a su amada princesa que grita pidiendo ayuda: otro dragón ha atacado el castillo. Cuando llega el caballero saca su espada para matar al dragón.

Antes de blandirla, la princesa le grita desde la torre: “no uses tu espada, usa este lazo corredizo. Funcionará mejor”.

Ella le arroja el lazo y le hace señas para darle instrucciones sobre la manera de utilizarlo. Él la sigue en forma vacilante en sus instrucciones. Lo lanza alrededor del cuello del dragón y luego tira con fuerza. El dragón muere y todo el mundo se regocija.

Durante la cena de celebración el caballero siente que en realidad no ha hecho nada. De alguna manera, por el hecho de haber usado el lazo y no su espada, no se siente muy digno de la confianza y la admiración de la ciudad. Después del acontecimiento se siente levemente deprimido y olvida pulir su armadura.

Un mes más tarde emprende otro viaje. En el momento de irse con su espada, la princesa le recuerda que tenga cuidado le pide que lleve el lazo. De regreso a casa observa que otro dragón está atacando el castillo. Esta vez se precipita hacia delante con su espada pero vacila, pensando que quizás tendría que usar el lazo. En ese momento de vacilación, el dragón le echa fuego y le quema el brazo derecho. Confundido, mira hacia arriba y ve a la princesa que le hace señas desde la ventana del castillo: “usa el veneno. El lazo no funcionará”.

Le arroja el veneno, que él vierte en la boca del dragón y este muere. Todos se alegran y celebran, pero el caballero se siente avergonzado.

Un mes después emprende otro viaje. En el momento de irse con su espada, la princesa le recuerda que tenga cuidado y que lleve el veneno y el lazo. Él se siente molesto por la sugerencia pero se lo lleva por las dudas.
Esta vez en su viaje escucha a una mujer angustiada. En el momento de precipitarse en su ayuda, su depresión desaparece y se siente confiado y vivo. Pero cuando saca la espada para matar al dragón, vacila nuevamente. Se pregunta: “¿debería usar mi espada, el lazo o el veneno? ¿Qué diría la princesa?”.

Por un momento se siente confundido. Pero entonces recuerda como se había sentido antes de conocer a la princesa, en aquellos días en que solo llevaba espada. Con un estallido de confianza renovada, se desprende del lazo y el veneno y ataca al dragón con su confiable espada. Mata al dragón y el pueblo de la ciudad se alegra.

El caballero de armadura brillante nunca regresó a su princesa. Se quedó en esa nueva aldea y vivió feliz por el resto de sus días. Finalmente se casó, pero solo después de haberse asegurado de que su nueva pareja no sabía nada sobre lazos y venenos.

(*) John Gray. Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, Editorial Océano, 1992.

Desafiando cualquier lógica matemática se utiliza comúnmente una de las ecuaciones preferidas por los enamorados,  donde “Uno mas uno es igual a  uno” siendo esto según nosotros la prueba resolutoria de un verdadero “compromiso” de amor.
Es así como se funden dos individuos quedando como resultado la total despersonalización de uno de ellos,  el cual pasará a ser dominado en su voluntad por el otro,  dejando atrás proyectos, metas, incluso sueños,   poniendo nuestra vida en manos de ese ser que ha “robado” nuestra voluntad, confiándole cada una de nuestras decisiones, como si al amarles le otorgáramos la sabiduría necesaria para elegir  en nuestro lugar.
Es entonces que tal como le sucede al caballero, nuestra armadura (confianza) comienza a oxidarse en la medida que perdemos criterio. Nuestras armas (experiencias previas) pierden su efecto,  no estamos seguros de lo que nos conviene, ya que no actuamos sin antes consultarle al ser amado, puesto que ahora tal responsabilidad le pertenece a este.
Pero esta situación no es fortuita, tiene como fin dejarnos libres de la culpa cuando fracasamos en alguna tarea emprendida. El amar a alguien no puede convertirse en una excusa para dejar atrás la responsabilidad por cada una de las acciones que emprendemos en la construcción de nuestra vida, donde los resultados  dependerán  del como asumimos cada uno de los retos a los que nos enfrentamos día a día.  
El caballero comprendió que ese cómo enfrentarse a las adversidades, solo dependía de él, pues amar a la princesa no era razón suficiente para abandonar sus ideas,  deseos  o perder su identidad,  no le deja inhabilitado para tomar decisiones en pro de su propio crecimiento personal. Más determinante aun, reconoció la importancia del ser aceptado tal como era, prefiriendo incluso terminar  una relación nociva antes de perder su individualidad. Es entonces que debemos comprender que uno más uno siempre será igual  Dos.
"La Aceptación nos libera de la tentación de cambiar al Otro y nos hace libre también del peligro de ser forzados a cambiar para convertirnos en quien no somos..."

Psic. Denny Ortiz N.

viernes, 3 de agosto de 2012

¿Eres feliz?... (*)


“En cierta ocasión, durante una elegante recepción de bienvenida al nuevo Director de Marketing de una importante compañía londinense, algunas de las esposas de los otros directores que querían conocer a la esposa del festejado, le preguntaron con cierto morbo: ¿Te hace feliz tu esposo, verdaderamente te hace feliz?

El esposo, quien en ese momento no estaba su lado, pero sí lo suficientemente cerca para escuchar la pregunta, prestó atención a la conversación e incorporó ligeramente su postura, en señal de seguridad, y hasta hinchó un poco el pecho, orgullosamente, pues sabía que su esposa diría que sí, ya que ella jamás se había quejado durante su matrimonio.

Sin embargo, para sorpresa suya y de los demás, la esposa respondió con un rotundo:

- No, no me hace feliz.

En la sala se hizo un incómodo silencio como si todos los presentes hubieran escuchado la respuesta de la mujer.

El marido estaba petrificado. No podía dar crédito a lo que su esposa decía, y menos en un momento tan importante para él.

Ante el asombro del marido y de todos, ella simplemente se acomodó enigmáticamente sobre su cabeza su elegante chalina de seda negra y continuó:

- No, él no me hace feliz... ¡Yo soy feliz...!

El hecho de que yo sea feliz o no, no depende de él, sino de mí.

- Yo soy la única persona de quien depende mi felicidad.

- Yo determino ser feliz en cada situación y en cada momento de mi vida, pues si mi felicidad dependiera de otra persona, un recuerdo grato de otra cosa o circunstancia sobre la faz de esta tierra, estaría en serios problemas…”

(*) Anónimo

La felicidad es un estado que en general nos afanamos por encontrar, persiguiéndola e intentándola hallar en las personas, los objetos y los éxitos, pero cuando ésta se hace escurridiza y  escapa, quedamos desilusionados y exhaustos, sin entender muchas veces porque a pesar de nuestros esfuerzos, ésta no se queda en nuestras vidas.   

Es entonces que resignados, nos convencemos que una vez llegue la pareja o condiciones apropiadas la dicha será plena.

Sin embargo el personaje de la esposa en la historia, nos muestra una postura más sana que podemos tomar frente al tema, y es la posibilidad de asumir la responsabilidad de optar ser felices, independiente de las personas o situaciones a nuestro alrededor, siendo decisiva la actitud adoptada frente a cualquier circunstancia que se presente en nuestra vida.

Desde luego esto es algo en lo que se debe trabajar, en primer lugar, podríamos dejar de esperar a que las realidades adversas desaparezcan para entonces ser felices, bajo esta premisa jamás lo lograremos, pues estas mismas hacen parte fundamental de la existencia y en muchas ocasiones no depende de nosotros la posible solución,  pero si la valiente decisión de no adoptar el papel de víctimas, si no todo lo contrario, reconocerle y aprender del mismo.

No tiene sentido el aplazar nuestro Derecho Natural de Ser Felices, para cuando desarrollemos todos y cada uno de nuestros proyectos o para cuando llegue a nuestras vidas esa persona indicada, pues somos seres en  constante construcción y por lo tanto variantes en deseos y pensamientos.

Así pues, elije ser feliz aquí y ahora, comprende que la felicidad no consiste en la ausencia de problemas, consiste en ejercer la libertad que como seres humanos tenemos, de asumir la actitud que queremos frente a las circunstancias que se nos presentan en la vida.

¡Aprende a bailar bajo la lluvia y encuentra la fuente de la verdadera felicidad dentro de ti!

Psic. Denny Ortiz N.
Psic. Carolina Fandiño G.