miércoles, 13 de noviembre de 2013
martes, 5 de noviembre de 2013
MASOQUISMO Y SADISMO MORAL
En esta ocasión contamos con una escritora invitada, la
Psicóloga Astrid Sarmiento, quien nos trae una reflexión que invita
a vencer el miedo a la libertad. ¡Deseamos les aporte!
“Ella lo vio partir, creía que todo había
terminado. Los cuatro años de relación habían sido relativamente buenos, excepto
el último, ese fue diferente. Como toda pareja, tuvieron momentos teñidos de felicidad
y desazón, fue esa mezcla exacta de la realidad: la conjugación de lo dulce y amargo,
de tocar el cielo y el infierno con las emociones alteradas de placer y dolor. - Nada es perfecto- Pensó.
Con cabeza fría y café
en mano recordó aquellos 365 días; un reloj en reversa marcaba 8.760 horas
dibujando ante sus ojos el detonante de la separación. Lágrimas recorrían las
pálidas y marcadas mejillas de una mujer deshecha; los labios, secos y
temblorosos simplemente alcanzaron a pronunciar el eco de un sentimiento
ahogado: -¡Lo hice!
Su estómago, como si hospedara
abejas asesinas se revolvía de solo pensar en el coraje que alimentó durante ese
tiempo, a la vez que un álbum fotográfico plasmaba en la mente sucesos tormentosos
en tonos blanco y negro porque así habían sido, experiencias negras llenas de
sufrimiento con el débil blanco de una esperanza de cambio. Logró mantener por
pequeños instantes aquel ¡Ya basta!
Aclarando mente y
garganta ratificó la decisión; sabía que en sus manos estaba la oportunidad de
librar la batalla hacia la libertad, pues ya no confiaba en las promesas de
aquel que la humillaba, vulneraba y le hacía sentir impotente fingiendo al día
siguiente amnesia a conveniencia. Alguno de los dos tenía que cortar aquel
cordón umbilical viciado que estrangulaba el amor propio, atándoles insanamente
a costa del abandono de la independencia del yo.
Respiró profundo y
pensó en su madre, en aquellas enseñanzas sobre el amor eterno y de llevar el
yugo a costa de las pruebas que la vida pone en el camino. Sintió algo de pena.
-No en vano la sociedad ejerce influencia en los actos personales. Musitó.
Resolvió dejar la
mente en blanco arrinconando las recriminaciones al borde de la conciencia, y
aunque volvió a experimentar una soledad insoportable y debilitante ya lo había
decidido; su voz, entrecortada por el cansancio de una lucha interna expresó
otra vez la hazaña: -Esta vez sí que lo hice, de nuevo.” (Astrid
V. S)
El psicólogo Erich Fromm desarrolló una interesante
idea en su libro “Miedo a la Libertad” (*):
La libertad
se relaciona con la noción que tenemos de nosotros como entidades escindidas e
independientes del mundo, pero el hombre puede valerse de unos mecanismos para
rehuirla pues teme la soledad.
A medida que se crece, se adquiere dicha noción de individualidad,
pero se experimenta a la vez un sentimiento de soledad frente a un mundo amenazante que trae consigo
responsabilidades y sentimientos abrumadores de duda frente al rol a desempeñar.
Si esa inseguridad prevalece, se renuncia a la
libertad positiva donde se
establecen vínculos con el mundo desde el afecto y expresión eficaz de sus
facultades intelectivas y emocionales por un abandono de la libertad afectando
la comunicación entre el yo individual y mundo quedando sumidos en la soledad.
Frente al abandono de la libertad se desarrollan unos mecanismos para soportar esa soledad, ejemplo
el autoritarismo, definido
como la “tendencia a abandonar la
independencia del yo individual propio, para fundirse con algo, o alguien,
exterior a uno mismo, a fin de adquirir la fuerza de que el yo individual
carece” (Fromm, p.177)
Este mecanismo se expresa en las conductas masoquistas
bajo sentimientos de impotencia, inferioridad y dependencia a agentes externos
yendo en detrimento de lo que realmente se quiere y en conductas sádicas
humillando y sometiendo a conveniencia el objeto de amor, substrayéndole
cualidades intelectuales y sensitivas. Ambos, el masoquista y sádico dependen
de ese otro para sentirse seguros y reafirmados. Lo anterior lo expresa este
ejemplo:
“Un hombre puede
dispensar a su mujer un trato típicamente sádico (…) Pero si la mujer consigue
reunir bastante valor como para anunciarle que está dispuesta a abandonarlo, el
marido (…) rogará que no lo abandone (…) como ella tiene miedo de mantenerse
firme, se inclinará a creerle y a quedarse modificando su decisión. Desde este
momento la comedia vuelve a empezar.” (Fromm, p.
181-182)
Entonces confrontándonos con lo anterior ¿Evadimos la
libertad y al sentirnos solos necesitamos de otro para enfrentar el mundo? Y
¿lo estamos haciendo bajo estos caracteres de sumisión y dominación? Si es así,
nuestra relación está construida bajo una simbiosis afectiva (**), una dependencia insana hacia ese
otro que creemos no poder abandonar evitando así la trágica soledad. Y es esa
trágica y negativa percepción de la soledad la que nos impulsa aferrarnos cueste
lo que cueste, diluyéndonos y anulándonos como personas únicas y valiosas.
El temor a sentirnos solos puede conllevarnos a vender
nuestra libertad al precio de una relación que no nutre, un amor que como droga
brinda una felicidad ilusoria y adictiva destinándonos al eterno retorno. Ciertamente
este tipo de relación tóxica torna el vínculo en sufrimiento, un goce que
sacrifica la independencia del yo obstruyendo el establecimiento de relaciones
sanas y soslayando el desarrollo pleno y satisfactorio necesario para la salud
emocional.
Aprender a reconocerse como un ser independiente que
no necesita fundirse en otro para dar sentido a la existencia, soltándolo y
soltándose uno mismo para fluir como pareja en libertad, garantizarán una relación
cimentada en el respeto que deja de lado el sometimiento y humillación que
tanto afecta el amor propio y la autoestima de la pareja.
(*) FROMM.
Erich. Miedo a la Libertad. Argentina: Editorial Paidos.
(**) Secundaria en este caso,
en donde la relación de pareja tiende a ser dependiente.
Autora
Psic. Astrid V. Sarmiento
miércoles, 9 de octubre de 2013
Prométete a ti mism@...(*)
Ser tan fuerte que
nada pueda perturbar tu paz interior.
Hablar de salud,
felicidad y prosperidad, con todas las personas que conozcas.
Lograr que todos tus
amig@s sientan que hay algo valioso en ellos.
Mirar el lado
luminoso de todas las cosas y hacer que tu optimismo se vuelva realidad.
Pensar sólo en lo
mejor, trabajar sólo por lo mejor y esperar sólo lo mejor.
Ser tan entusiasta
respecto al triunfo de los otros como del propio. Olvidar los errores del
pasado y concentrarte en los grandes logros del futuro.
Tener siempre un
semblante alegre y dar una sonrisa a cada criatura viviente con la que te
encuentres.
Invertir tanto tiempo
en tu mejoramiento que no tengas tiempo para criticar a los demás.
Ser muy grande para
lamentarte, muy noble para enojarte y muy feliz para preocuparte.
Pensar bien de ti
mism@ y proclamarlo al mundo, no en voz alta pero si en hechos concretos.
Vivir en la fe de que
todo el mundo está de tu lado mientras seas fiel a lo mejor que hay en ti
mism@.
(*) Christian D. Larson, El Credo Optimista.
¡Escucha
los susurros de la vida, contienen importantes lecciones y aprendizajes para
continuar avanzando en la travesía de existir!
Libertad
Emocional
martes, 1 de octubre de 2013
Expectativas o Realidad
Un niño sintió que se le
rompía el corazón cuando encontró, junto al estanque, a su querida tortuga
patas arriba, inmóvil y sin vida.
Su padre hizo cuanto
pudo para consolarlo: <<No llores, hijo. Vamos a organizar un precioso funeral
por el señor Tortuga. Le haremos un pequeño ataúd forrado en seda y
encargaremos una lápida para su tumba con su nombre grabado. Luego le pondremos
flores todos los días y rodearemos la tumba con una cerca>>.
El niño se secó las
lágrimas y se entusiasmó con el proyecto. Cuando todo estuvo dispuesto, se
formó el cortejo –el padre, la madre, la criada y, delante de todos, el niño- y
empezaron a avanzar solemnemente hacia el estanque para llevarse el cuerpo,
pero éste había desaparecido.
De pronto, vieron cómo
el señor Tortuga emergía del fondo del estanque y nadaba tranquila y
gozosamente. El niño, profundamente decepcionado, se quedó mirando fijamente al
animal y, al cabo de unos instantes dijo: <<Vamos a matarlo>>. (*)
Hace un tiempo atrás me
encontré con este relato que me acercó a una de las razones por las cuales
tendemos a sufrir en las relaciones de pareja… las expectativas. Estas que nos
creamos en nuestra mente bajo la idea que si la otra persona complace nos
traerá la felicidad.
Pero la sorpresa que nos
depara la vida es que muchas veces ellas no se cumplen y como resultado nos
enfadamos, pues la realidad no coincide con nuestros planes.
Y entonces ¿cómo hacer
para que éstas dejen de estropear nuestra felicidad?
Lo que significó un buen
comienzo para mí, fue el entender que soy la encargada de mi felicidad y no es
el deber de otro ajustarse a mis deseos para hacer más plácida mi existencia,
pues eso implicaría que no estaría aceptando lo que realmente esa persona es o
tiene para brindarme, sino que condiciono el afecto al cumplimiento de mis
requerimientos.
Por otra parte el comprender
que como fui yo quien creó las expectativas, son mi responsabilidad y nadie se
encuentra obligado satisfacerlas. Reconozco que las emociones generadas me
pertenecen y por tanto está en mis manos volverlas a su cauce.
A su vez entendí que si
me encuentro frente a una situación indeseable para mi vida, es mejor
retirarme. Renuncié a manipular o presionar a la otra persona para que cambie a
mi gusto. Reconozco su ser y entiendo que su camino y actuar es diferente,
dejándole ir en un acto de amor, que aporta más a mi vida que el sostener una
relación en la que esté presente la insatisfacción.
Al mismo tiempo soy
consciente que lo que percibo como rechazos o agravios, está directamente
ligado a mis miedos e inseguridades y por tanto la experiencia me está
brindando la oportunidad de aprender, crecer y mirar las cosas desde otra
perspectiva… una mucho más real.
Y finalmente una
renuncia a los aprendizajes por saturación para darle la bienvenida a los
aprendizajes por comprensión, los primeros son aquellos en donde tomamos las
lecciones cuando estamos colmados, mientras que los segundos son los que con
mayor discernimiento y en razón del amor propio basamos las decisiones en pro
de nuestro bienestar.
No obstante cada tanto
se pierde el rumbo, pero el mantenernos atentos a nuestras acciones y los
resultados que estamos generando, nos harán retornar con mayor asertividad al
camino del equilibrio emocional.
Cuando en realidad no
eres tú lo que me importa, sino la sensación que me produce amarte, estoy más
cerca de mis expectativas y próximo al sufrimiento, negándome la aceptación de
ese ser verdadero y el disfrute del presente.
Psic. Carolina Fandiño García
¡Rompiendo Cadenas,
Extendiendo Alas!
(*) Extraído de “La oración
de la rana”
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