Darte
cuenta del dolor, de la aflicción o del desasosiego que sufres y cuál es el
motivo; de dónde sale, en verdad, ese sufrimiento. Si te sientes molesto, darte
cuenta en seguida de ello, y de dónde nace este malestar. (Si dices que estás
molesto porque alguien se ha portado mal contigo, no se puede entender que tú
te castigues porque otro se comporta mal. Tiene que haber otro motivo más
personal y escondido. Obsérvalo.)
Darte
cuenta de que el sufrimiento o las molestias se deben a tu reacción ante un
hecho o una situación concreta y no a la realidad de lo que está ocurriendo.
(Si vas a ir al campo y llueve, el enfado no está en la lluvia -que es la
realidad-, sino en tu reacción porque se han contrariado tus planes.)
Solemos
echar la culpa a la realidad y no queremos darnos cuenta de que son nuestras
reacciones programadas las que nos contrarían. Tenemos unos hábitos inculcados,
que funcionan como una maquinita automática: a tal pregunta, tal respuesta; a
tal contrariedad, tal reacción. Y funcionamos como autómatas.
La
cultura nos inculca unas leyes rígidas, cuya única razón es que así se ha hecho
siempre. Y con esta razón tan endeble somos capaces de matarnos por defender:
honor, patria, bandera, raza, familia, buenas costumbres, orden, ideales, buena
fama y muchas más palabras que no encierran más que ideas sin sentido real, que
nos han inculcado como cultura. Y lo mismo ocurre con las ideas religiosas.
Lo
importante es el ser, y no el figurar. La verdad es que estamos tan metidos en
esa programación que actuar con claridad de percepción, desde esa cultura, casi
parece un milagro, y más si pretendemos reaccionar sin disgusto. Hay que
despertarse antes para comprender que lo que te hace sufrir no es la vida, sino
tus alucinaciones, y cuando consigues despertar y apartas los sueños, te
encuentras cara a cara con tu libertad y con la verdad gozosa.
Lo
cierto es que el dolor existe porque rechazamos que lo único sustancial es el
amor, la felicidad, el gozo.
Cuando
somos capaces de encontrar el camino despejado, para ese amor-felicidad que
somos, nos topamos con el dolor, que no es nada concreto ni sustancial por sí
mismo, sino la ausencia de la percepción del amor-felicidad. Como la oscuridad,
que no existe, sino que es consecuencia de la menor percepción de la luz.
La
vida es, en sí, un puro gozo y tú eres amor-felicidad como sustancia y
potencial para desarrollar. Sólo los obstáculos de la mente te impiden
disfrutarla plenamente. Son las resistencias que pone tu programación lo que te
impide ser feliz. De no tropezar con tu resistencia, ¿dónde estaría el dolor?
Habría una armonía en ti, igual a la que existe en la naturaleza. Más aun, pues
tú eres rey de esa naturaleza y dotado de una sensibilidad para captar la
bondad, la felicidad y la belleza, que te hace creativo y capaz ya, no sólo de
ser feliz, sino de dar amor-felicidad a manos llenas.
Con
sólo observar todo esto ya estás dando un paso para tu despertar. Todo depende
de tu reacción, y ésta depende de tu programación; y si eres capaz de observar
esto y comprenderlo, ya tendrás bastante.
Lo
más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente, con sinceridad, sin
engañarse, porque ver significa cambio.
Extracto del libro:
AUTOLIBERACIÓN INTERIOR
Anthony de Mello
Psic. Carolina Fandiño G.
¡Rompiendo Cadenas, Extendiendo Alas!
¡Breaking Chains, Extending Wings!
No hay comentarios:
Publicar un comentario