Este
viejo y reconocido refrán encierra una sospechosa verdad, pues muchas
relaciones nocivas están basadas en este pensamiento, que analizado de manera
concienzuda se podría pensar que describe el temor y la resistencia que presentamos
ante la posibilidad de cambio. Muy probablemente porque este implique dejar
caer un pesado y viejo equipaje, que
viene cargado de maneras de comportarnos a las cuales ya estamos habituados y
aunque a veces del todo innecesarias, nos negamos a dejarlas de lado.
Es
entonces que estos comportamientos inadecuados tienden a
surgir cuando elegimos amar a otra persona, pues insistimos en traer al
presente las experiencias acumuladas del pasado, poco o nada exitosas, con la
intención de hacerlas funcionar en esta nueva oportunidad, convirtiéndose en renovadas
expectativas, es decir, en anhelos o deseos frustrados que ahora se transfieren
una vez más a quien llama nuestra atención, el cual se escoge (de manera
inconsciente) con los mismos patrones de conducta de parejas anteriores, no por
casualidad sino por causalidad*, convencidos que en esta ocasión se triunfará.
Así
pues, optamos por lo conocido, puesto que nuestro inconsciente supone que no
existe otra forma de hacerse, manteniéndonos según esté, en un territorio
“seguro”, apegados a sentimientos y emociones conocidas, auto-saboteando cada
intento por alcanzar aquello llamado felicidad.
Es
así como estas inadecuadas formas de relacionarnos con el otro, brotan de
nuestra personalidad con total naturalidad, puesto que nos sentimos más “cómodos”
ejecutando los ya estudiados pasos de baile con nuestra pareja, los cuales a
pesar de encontrarse enmarcados por el dolor y el sufrimiento, son preferibles
a la angustia que provoca lo desconocido e incierto, reanudando entonces lo que
se asemeja a una infinita espiral, la cual va reproduciendo dicho dolor una y
otra vez en cada intento por iniciar una “historia diferente”, sin hallar
ninguna salida aparente, resignándonos a padecer lo ya padecido, siendo “mejor experiencia mala conocida que buena por
conocer”.
Muy
probablemente lo que nos mantiene anclados a ésta situación, es el temor a la introspección, es decir indagar,
buscar en nosotros mismos y darnos cuenta del verdadero origen del fracaso
emocional, el cual se encuentra amarrado a experiencias no resueltas de nuestra
niñez, que no logramos conectar con nuestro comportamiento presente.
Queda
mucho más fácil culpar a factores externos, declararnos presos del destino, de
la mala fortuna, de Dios, de la vida, antes que asumir la responsabilidad y
hacernos cargo de ello. Entonces podemos asegurar, que no se trata de buenos
por conocer ni de resignarse a padecer malos ya conocidos, se trata de iniciar
de manera decida nuestro propio proceso de auto-conocimiento y sanación, solo
así aprenderemos a elegir nuevas y mejores opciones.
* Causalidad: Relación entre
una causa y su efecto.
Autoras
Psic. Denny Ortiz N.
Psic. Carolina Fandiño G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario